lunes, 23 de marzo de 2009

El Maestro un Lider-Siervo


MAESTROS
El maestro un líder-siervo

Hazte una meta, que tus alumnos lleguen a ser maestros. El verdadero líder cristiano no tiene celos de otros que surjan; más bien, quiere que sus propios discipulos lleguen a superarle en su servicio a Dios.

¿Se ha dado cuenta de lo relevante que es la enseñanza en el ministerio de la iglesia? El pastor enseña del púlpito. En el discipulado, los campamentos, los talleres, las escuela bíblica, casi todo tiene que ver con la enseñanza. Por lo tanto, todo maestro es un líder importante en la obra de Dios.

En el Antiguo Testamento los líderes más importantes fueron llamados «siervos de Dios», pues el epíteto se usa de Moisés, Josué, David y los profetas. Es significativo que las profecías más claras de la obra redentora de Cristo, el Mesías, se encuentran en los «Cánticos del Siervo» en Isaías. Por cierto, Pablo (en Fil 2) presenta la actitud y acción servicial de Jesús como el modelo y ejemplo para todo Cristiano.

Nótese cómo Pablo pone énfasis en «el sentir», es decir, «la actitud» del siervo (Fil 2.5). Como maestro Dios quiere ver esta misma actitud en ti; él conoce los móvi-les de nuestro corazón. Tiene razón Henri Nouwen cuando dice que el principio y fin de todo liderazgo cristiano es dar tu vida por otros. Muchos líderes, sean pastores o maestros, se preocupan demasiado por su propio poder y autoridad. Pero el maestro que primeramente quiere servir a Cristo y tiene un deseo genuino de servir a sus discípulos no necesita preocuparse por su propia autoridad. Si ministra en el poder de Dios, Dios se preocupa de su autoridad. En ver-dad la influencia de Dios se extiende en forma exponencial en proporción a nuestra voluntad de no ser reconocidos o promocio-nados.

¿Cuáles son la cualidades que hacen al maestro un verdadero líder-siervo? En este pasaje de Filipenses 2 vemos el énfasis en el amor, la humildad y la fe. El verdadero amor viene de la obra del Espíritu Santo en tu vida (Ro 5.5). Pero tú tienes que ejercitarlo en decidir amar a tus discípulos.

Más que todo Pablo recalca la humil-dad. Dice que debemos adoptar la actitud de Cristo de servidumbre, humildad y obediencia. Debemos dar la espalda a cualquier ambición egoísta o actitudes arrogantes. Debemos estimar a otros como superio-res, más importantes, que nosotros.

Es cierto que el egoísmo es raíz de mucho pecado. Pero en el afán de evitar toda actitud «interesada», a veces uno cae en una falsa humildad. Muchos no distinguen bien entre el egoísmo que produce codicia y la legítima autoestima, iluminada por las Escrituras. Según este pasaje (Fil 2) no de-bemos buscar nuestro propio provecho (a expensas de otros), pero Jesús dijo que debe-mos buscar tesoros en el cielo (Mt 6.20) y debemos desear crecer en santificación y madurez (1 Ts 4.3).

Allí es importante la fe, la confianza en Dios, el creer todo que tu eres en Cristo Jesús. Tú eres hijo de Dios en que mora su Espíritu; eres llamado a servir a Cristo. Dios te da todo el poder y la autoridad para hacer la tarea de enseñar su palabra. A la vez quiere que tengas la misma actitud de siervo que tuvo Jesucristo. Si estás sirviendo a Dios por medio de enseñar a otros, seguramente Dios te está usando en la vida de ellos mu-cho más de lo que te das cuenta. ¿Cómo pue-des seguir creciendo como maestro-líder-siervo? Te dejo tres consejos:

1.- Ora con insistencia:

Dios toma en serio cada oración de sus hijos. Ora constantemente por cada uno de tus discípulos. Busca el rostro de Dios; pide que te llene de tu Espíritu en la preparación, en la enseñanza y en tu relación con tus discípulos. La íntima identificación con sus alumnos es la clave para motivarles.

2.- Prepárate bien

Los alumnos quieren aprender de alguien que conozca lo que enseña. Pero si no puedes contestar alguna pregunta, no trates de inventar respuesta. Sé trasparente; puedes decir que no sabes todas las respuestas, pero que puedes buscarlas.

3.- Prepara a otros

Hazte una meta, que tus alumnos lleguen a ser maestros. El verdadero líder cristiano no tiene celos de otros que surjan; más bien, quiere que sus propios discipulos lleguen a superarle en su servicio a Dios.